En 2011 un artículo de Orna Donath titulado «Regretting motherhood. A sociopolitical analysis» , en base a un estudio realizado en Israel sobre los testimonios de madres que aman a sus hijos e hijas pero que se arrepienten de haberlos tenido tuvo una gran repercusión en Alemania. El artículo provocó en este país un debate sobre la maternidad y la vuelta al trabajo que se extendió durante años. Por distintas razones que tienen que ver con su propia tradición, la sociedad alemana se muestra veligerante y contraria a que las madres vuelvan al trabajo unos meses después de haber dado a luz y, por el contrario, esperan que la mujer se quede en casa al cuidado de sus hijos e hijas por lo menos durante tres años siguientes al nacimiento de cada uno de ellos. En el caso de tener más de dos hijos el tiempo de incorporación se dilata de tal modo, que prácticamente imposibilita retomar la antigua profesión o dedicación profesional. En consecuencia la brecha salarial entre hombre y mujeres en Alemania se incrementa con respecto a otros países de su entorno.
Casi de modo coetáneo al artículo de Donath, un excelente articulo del New York Times de 2010 «In Germany, a tradition falls, and women rise» analiza las diferentes razones que han llevado a que sea el país en el que mayor es el número de mujeres con estudios superiores y sin hijos en todo el territorio de la Union Europea. Bajo este prisma no resulta anecdótico que la propia Merkel no tenga hijos.
Y finalmente, El Huffington Post publica un artículo titulado «Las madres cuervo» en 2013 que analiza, como lo hacía tres años antes el New York Times las razones que llevan a la sociedad alemana a presionar a las mujeres para que permanezcan en el hogar al cuidado de sus hijos e hijas: «El reparto de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos mantienen las pautas tradicionales, es decir, que dos tercios de las mujeres siguen asumiendo prácticamente la totalidad de estos trabajos. Eso sí, con una connotación muy particular: aquellas que dejan el cuidado de sus hijos en manos de una guardería antes de cumplir los tres años son señaladas despectivamente como «madres cuervo» (rabenmutter)».
Una madre española que viviendo en Alemania publicaba un blog denominado Una mamá española en Alemania, lo definía así:
Rabenmutter [Rabenmutttter] Literal: madre cuervo. Figurado: malamadre. Dícese de toda mujer que no cumpla alguno de los requisitos de la Übermutter-tipo.
Übermutter [Uebermutter] Literal: súper madre. El origen de este concepto podría rastrearse ahí por los años treinta, se recuperaron las ideas de un tal Nietzsche sobre el Übermensch (súper hombre). Dícese de una mujer como Gott manda: se casa adoptando el apellido del Herr, natürlich, que antes de él NS/NC, tiene hijos y les sirve a éstos y a su marido. Con devoción y alevosía. Las Übermutter no nacen, se hacen: una vez cazado el maromen, destituyen a sus neuronas, engordan veinte kilos, dejan de depilarse, se cortan el pelo como Paul Stanley, llenan el jardín de enanitos y las ventanas de cortinas a medias, y se dedican a pintar caballos y a criticar a cualquiera que lea algo más que las ofertas del Lidl.
Porcentaje de mujeres sin hijos por edades: